Jun 5, 2025

Sandra García Pintor acredita la trascendencia de la anticoncepción tras la interrupción del embarazo o en el postparto

05/06/25

“Es una herramienta clave para proteger la salud física y mental, reducir el riesgo de embarazos no deseados y facilitar una planificación reproductiva consciente”

 “Fortalecer la formación de los equipos sanitarios, protocolos claros y garantizar el acceso oportuno a los métodos más adecuados, son retos fundamentales para mejorar la atención a la mujer”

En el XIII Congreso de la Sociedad Andaluza de Contracepción (SAC) desarrollado en la Universidad de Almería, se abordaron temas de evidente actualidad e interés sanitario y científico. Entre los asuntos tratados resalta el que se debatió en el curso de la tercera mesa, denominada “Anticoncepción”, que estuvo moderada por la doctora María Nieves Cabezas Palacios, de Sevilla, Vicepresidenta de la SAC. Sandra García Pintor, matrona del Hospital Universitario de Poniente (Almería), expuso su ponencia sobre la anticoncepción tras interrupción del embarazo, postaborto y postparto.Con esta exposición se pretende contribuir a la mejora de la calidad asistencial en el ámbito reproductivo, ofreciendo una revisión crítica de la evidencia más reciente y proponiendo estrategias concretas de asesoramiento anticonceptivo adaptadas a las distintas realidades que atraviesan las mujeres tras un parto, aborto espontáneo o IE. Se busca así, ofrecer a los profesionales sanitarios herramientas prácticas y actualizadas para que puedan desarrollar intervenciones más efectivas, sensibles y personalizadas.

La anticoncepción tras una interrupción del embarazo o un aborto espontáneo constituye una herramienta clave para proteger la salud física y mental de la mujer, reducir el riesgo de embarazos no planificados y facilitar una planificación reproductiva consciente. Más allá de la eficacia de los métodos, lo que garantiza su uso adecuado es una comunicación empática, centrada en la mujer y adaptada a su proceso de duelo, culpa o deseo de posponer o reiniciar un proyecto gestacional.

Momento vital (emocional y físico)

“La finalización de un embarazo, independientemente de si se produce por parto, aborto espontáneo o interrupción del embarazo (IE), marca un momento vital especialmente sensible, tanto desde el punto de vista físico como emocional, para la mujer y su entorno. En estos casos tanto la fertilidad como la actividad sexual puede reanudarse en un corto espacio de tiempo”, señaló Sandra García, enfermera especialista en obstetricia y ginecología. La mayoría de las mujeres ovularán en el ciclo posterior al aborto e interrupción del embarazo y si la lactancia materna no es exclusiva lo harán tras aproximadamente 40 días tras el parto (Jackson and Glasier, 2011; Schreiber et al., 2011). “Este hecho subraya la necesidad de abordar de forma precoz la anticoncepción, ya que existe un riesgo real de un nuevo embarazo no planificado si no se inicia algún método de manera oportuna (Makins and Cameron, 2020)”.

En este contexto, el asesoramiento anticonceptivo se ha consolidado como un elemento esencial para la calidad de la atención en los procesos reproductivos, tal y como recogen diversas guías de práctica clínica (CDC, 2022; OMS, 2015). Asegurar que las mujeres tengan acceso a una planificación familiar, que se ajuste a sus necesidades, preferencias y circunstancias es un derecho humano reconocido, estrechamente relacionado con la sexualidad y la salud sexual de las mujeres. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que “garantizar el acceso universal a métodos anticonceptivos modernos, seguros, confiables y preferidos, refuerza diversos derechos humanos fundamentales, entre ellos el derecho a la vida, la libertad, la libertad de opinión y expresión, así como el derecho al trabajo y a la educación. Y, destaca que, el acceso adecuado a anticoncepción reporta beneficios significativos para la salud individual, familiar y comunitaria (OMS, 2023).

“Por ello, se hace imprescindible que todos los profesionales sanitarios implicados, en estos procesos reproductivos, como lo son matronas, médicos de familia, ginecólogos y enfermeras, cuenten con la formación y las herramientas adecuadas para ofrecer asesoramiento anticonceptivo efectivo, respetuoso y adaptado a cada mujer. Asimismo, los protocolos clínicos que regulan la atención a estos procesos deben garantizar espacios específicos donde se ofrezca información accesible y acompañamiento en la toma de decisiones reproductivas (Nelson et al, 2022).

Evidencia heterogénea y no concluyente

“Mas la evidencia científica heterogénea y no concluyente (Matulich et al., 2014; Cooper and Cameron, 2024), destaca que durante estos procesos reproductivos la receptividad al asesoramiento sobre planificación familiar puede verse limitada por la sobrecarga de información que reciben las mujeres durante el proceso de interrupción y su manejo clínico”.. Persiste una importante brecha en el conocimiento sobre reproducción y anticoncepción, influida en muchos casos por tabúes y desinformación. Algunas mujeres manifiestan sentirse presionadas o “coaccionadas” a aceptar un método anticonceptivo (Brandi et al., 2018), lo cual puede comprometer su autonomía y disminuir la adherencia a largo plazo.

Los profesionales de la salud se centran, a la hora del asesoramiento anticonceptivo en condicionantes médicos (efectividad/riesgos/beneficios) y perdemos de vista los condicionantes socioculturales que afectan a las mujeres.

 

103.00 IVEs y 322.034 partos

Los datos oficiales reflejan la magnitud de estos procesos en el contexto español. En 2023, se registraron 103.097 interrupciones voluntarias del embarazo, lo que representa una tasa de 12,22 por cada 1.000 mujeres entre 15 y 44 años, siendo la mayoría (93%) a petición de la mujer (Ministerio de Sanidad, 2023). En cuanto a nacimientos, en 2024 se produjeron 322.034 partos (INE, 2025), y se estima que entre el 15 y el 20% de los embarazos reconocidos finalizan en aborto espontáneo (Sánchez et al., 2021). “Estas cifras demuestran que un número considerable de mujeres atraviesan cada año en España experiencias reproductivas que requieren una atención anticonceptiva específica, respetuosa y centrada en sus necesidades”.

Según Sandra García Pintor, “más allá de la dimensión biomédica, estos eventos implican una carga emocional profunda  con condicionantes psicosociales que pueden afectar significativamente la manera en que la mujer recibe y procesa el asesoramiento anticonceptivo”.

Factores como el duelo perinatal, la ansiedad, la culpa, el estigma social, las relaciones de pareja o las presiones familiares y culturales pueden alterar su capacidad para tomar decisiones reflexivas y autónomas respecto a la anticoncepción (Harper et al., 2023)”. Además, la percepción de presión, la falta de escucha activa o el desequilibrio en la relación profesional-paciente pueden convertir el asesoramiento en una experiencia poco efectiva o incluso contraproducente (Kilander et al., 2018). De ahí que la literatura más reciente insista en la necesidad de adoptar un enfoque centrado en la mujer, que incorpore una mirada biopsicosocial y promueva decisiones informadas, libres y sostenibles en el tiempo (Jones et al., 2023).

Anticoncepción en el posparto.

La anticoncepción posparto es definida como el inicio de métodos anticonceptivos en el primer año tras el parto. “La importancia de la anticoncepción en esta etapa radica en la necesidad de prevenir embarazos no planificados y permitir un intervalo adecuado entre gestaciones, lo cual es fundamental para la recuperación física y emocional de la madre, además de evidenciarse como el espaciar dos años los embarazos reduce en un 30% la mortalidad materna y un 10% la mortalidad infantil (Dev et al., 2019)”.

El posparto es un periodo que se caracteriza por la llegada del recién nacido y la reorganización familiar que eso conlleva, la crianza se convierte en la actividad central de la familia, pasando la sexualidad a un segundo plano, y por ende el planteamiento del uso de un método anticonceptivo, concretamente en el posparto inmediato (Robinet et al., 2023). Sin embargo, es importante encontrar el momento idóneo para ofrecer esta información a las mujeres, explorando sus necesidades anticonceptivas y dándoles una respuesta, ya que conocemos que, durante el primer año tras el parto, el uso de esta de los servicios sanitarios es más frecuente (Morroni and Glasier, 2020).

No se dispone de datos oficiales sobre el uso de anticoncepción postparto en España, pero un reciente estudio europeo que analiza el uso de anticonceptivos en el posparto (Cooper et al., 2024), y entre los participantes se encuentra nuestro país, determina que la mitad de los países participantes no tienen unas directrices claras desde su institución sobre la anticoncepción en el postparto. Siendo la provisión de anticoncepción inmediatamente después del parto, en las maternidades, aún más limitada, con solo el 40% con recursos y personal cualificado para realizar inserciones de implantes anticonceptivos y el 25% para inserción de dispositivos intrauterinos. Tres cuartas partes de los países europeos consideraron que el asesoramiento que se proporciona sobre anticoncepción en el posparto en su país es pobre. Existe un foro en la comisión europea sobre derechos sexuales y reproductivos que no dispone de políticas específicas para la contracepción en el posparto…

Diversos factores deben considerarse al abordar la anticoncepción posparto, especialmente en mujeres con antecedentes de complicaciones obstétricas como preeclampsia, parto prematuro, diabetes gestacional o restricción del crecimiento intrauterino, ya que estas condiciones se asocian con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, metabólica o renal a medio y largo plazo (Inversetti et al., 2024; Lorenzo-Almorós et al., 2019). En estos casos, el uso de anticonceptivos que no incrementen el riesgo trombótico ni afecten negativamente el metabolismo resulta crucial.

Las opciones preferidas suelen incluir métodos no hormonales como el DIU de cobre, o hormonales de solo progestágeno —como el implante subdérmico, el DIU hormonal o los anticonceptivos orales de solo gestágeno—, que han demostrado ser seguros en mujeres con factores de riesgo cardiovascular y durante la lactancia (CDC, 2022; OMS, 2015). Por el contrario, los anticonceptivos combinados (estrógeno y progestágeno) pueden estar contraindicados o restringidos, especialmente en el posparto inmediato o en mujeres con riesgo tromboembólico, ya que el estrógeno puede aumentar el riesgo de eventos trombóticos (Gold et al., 2022; Dou et al., 2023).

La lactancia materna exclusiva puede actuar como un método anticonceptivo natural durante los primeros seis meses tras el parto, siempre que se cumplan ciertas condiciones, fenómeno conocido como el método de amenorrea por lactancia (MELA). Su eficacia puede alcanzar entre un 98% y 99% cuando se cumplen estrictamente los tres criterios definidos por la Organización Mundial de la Salud: (1) el bebé debe ser amamantado exclusivamente, sin alimentación complementaria ni largos intervalos entre tomas (mínimo cada 4 horas de día y cada 6 horas por la noche); (2) la madre no debe haber retomado su menstruación; y (3) el bebé debe tener menos de seis meses (OMS, 2018). “Sin embargo, la eficacia del MELA se reduce significativamente si alguno de estos factores se altera, especialmente con la introducción de otros alimentos, la reducción de la frecuencia de lactancia o el retorno de la ovulación (Sausjord et al., 2023). Por ello, se recomienda utilizar métodos anticonceptivos adicionales si la mujer desea evitar completamente un embarazo”, especifica Sandra García.

Métodos más seguros y compatibles

Entre los métodos más seguros y compatibles con la lactancia se encuentran los anticonceptivos de solo progestágeno, como el implante subdérmico, el DIU hormonal (levonorgestrel), las píldoras de solo gestágeno y las inyecciones trimestrales de medroxiprogesterona, que no afectan la producción ni la calidad de la leche materna. Los métodos no hormonales, como el DIU de cobre, también son completamente compatibles con la lactancia. Por el contrario, los anticonceptivos combinados (estrógeno-progestágeno) deben evitarse en las primeras seis semanas posparto, debido a su posible efecto negativo sobre la producción de leche (CDC, 2022; OMS, 2015).

En esta etapa no se debe perder de vista, tampoco, la salud mental. La depresión posparto es una complicación frecuente que afecta aproximadamente al 10–20% de las mujeres tras el parto, y puede influir significativamente en su capacidad para tomar decisiones sobre planificación familiar y adherirse al uso de métodos anticonceptivos (Horibe et al., 2018).

Diversos estudios han señalado una posible asociación bidireccional entre el uso de ciertos anticonceptivos hormonales y la depresión posparto (Ti and Curtis, 2019; Matovina et al., 2024). Entre ellos, destaca un trabajo Danés con una cohorte de 610 038 madres primerizas, a las cuales se les siguió durante un año, existiendo un riesgo 1,49 mayor de padecer depresión posparto (diagnosticada por profesional de salud mental y/o uso de fármacos antidepresivos), que aquellas que no lo usan, estando este riesgo influencia a mayor medida si los anticonceptivos eran combinados (Larsen et al., 2025).

La falta de planificación y el temor a nuevos embarazos pueden aumentar la ansiedad y el malestar psicológico, especialmente en mujeres con antecedentes de trastornos afectivos, por lo que un adecuado asesoramiento anticonceptivo en esta etapa puede contribuir a mejorar su bienestar general (McCloskey et al., 2021). Por tanto, es fundamental, usar las herramientas que disponemos para evaluar el riesgo de depresión postparto, como la Escala de Edimburgo, pudiendo así dar a nuestro asesoramiento un enfoque personalizado que amortigüe los posibles efectos sobre la salud mental de la mujer (Vázquez and Míguez, 2019).

La evidencia revisada demuestra que aún persisten importantes brechas estructurales y de conocimiento en torno a la anticoncepción posparto, tanto a nivel profesional como institucional. “Fortalecer la formación de los equipos sanitarios, establecer protocolos claros y garantizar el acceso oportuno a los métodos anticonceptivos más adecuados para cada perfil de mujer son retos fundamentales para mejorar la atención en esta etapa. Integrar el asesoramiento anticonceptivo en la atención posparto, desde un enfoque centrado en la persona, debe ser una prioridad en las políticas sanitarias actuales”.

Anticoncepción tras interrupción del embarazo / aborto espontáneo

La anticoncepción tras una IE o un aborto espontáneo representa una intervención crucial en salud pública para prevenir embarazos no planificados, optimizar el bienestar físico y emocional de la mujer y garantizar su autonomía reproductiva (OMS, 2018). En España, aunque existen datos detallados sobre el número de IE, no hay estadísticas específicas oficiales sobre el uso de anticonceptivos tras estos eventos, ni tampoco en el caso de abortos espontáneos. No obstante, estudios europeos señalan que la provisión de anticoncepción tras el aborto sigue siendo limitada, con solo un 40% de los centros capacitados para insertar métodos de larga duración en el momento del procedimiento (Cooper et al., 2024).

“En el aborto espontáneo o la interrupción del embarazo, es fundamental que los profesionales de la salud exploren de forma cuidadosa el estado emocional de la mujer, ya que este puede influir significativamente en su capacidad para procesar información, tomar decisiones autónomas y adherirse a recomendaciones clínicas. Sentimientos de culpa, tristeza, ambivalencia o incluso alivio son frecuentes, y deben ser reconocidos sin juicio, ofreciendo un espacio de escucha activa y validación emocional (Zareba et al., 2020)”, indicó Sandra García Pintor.

El proceso de duelo reproductivo, aunque socialmente invisibilizado, puede ser intenso y afectar tanto a mujeres que experimentan pérdidas deseadas como a aquellas que deciden interrumpir un embarazo por motivos médicos o personales. Además, comprender las intenciones reproductivas futuras de la mujer permite adecuar el asesoramiento anticonceptivo a sus deseos y tiempos emocionales, evitando decisiones impulsadas por la presión del entorno sanitario o social.

Embarazo ectópico-embarazo molar

En lo que respecta a los abortos espontáneos destacan dos situaciones especiales, la primera de ellas cuando se produce un embarazo ectópico. Este evento representa una urgencia ginecológica que puede comprometer la salud reproductiva y la vida de la mujer. Tras su resolución, ya sea mediante tratamiento quirúrgico o médico, se recomienda instaurar anticoncepción en el corto plazo para evitar embarazos no planificados durante el período de recuperación tubárica y permitir una adecuada evaluación del riesgo reproductivo futuro (Cooper and Cameron, 2024).

La fertilidad puede retornar rápidamente, por lo que es clave iniciar el asesoramiento anticonceptivo de manera temprana. En estos casos, se debe evitar el uso de dispositivos intrauterinos en el pos-procedimiento inmediato si existe sospecha de infección pélvica o perforación, y deben considerarse métodos reversibles de acción prolongada como los implantes de progestágeno o anticonceptivos orales de solo gestágeno, seguros y eficaces tras este evento (Nordström et al., 2020). La evidencia señala que la anticoncepción hormonal no incrementa el riesgo de recurrencia del embarazo ectópico (Kopp-Kallner et al., 2022), por lo que su uso no está contraindicado.

La segunda situación es cuando se produce un embarazo molar, siendo una forma de enfermedad trofoblástica gestacional que requiere de un seguimiento estrecho de los niveles de β-hCG para detectar posibles persistencias o transformaciones malignas. Por este motivo, se recomienda evitar el embarazo durante un periodo de al menos 6 a 12 meses tras la normalización de la β-hCG, dependiendo del tipo de mola y la evolución del caso (Gockley et al., 2021). Durante este intervalo, es imprescindible proporcionar anticoncepción eficaz. Los anticonceptivos hormonales, tanto combinados como de solo gestágeno, son seguros una vez que los niveles de hCG han descendido a la normalidad, aunque algunos expertos prefieren evitarlos durante el seguimiento inicial para no interferir con la interpretación de estos niveles. El DIU, por su parte, debe retrasarse hasta que se confirme la remisión completa debido al riesgo de hemorragia o perforación uterina si se inserta en un útero aún agrandado o friable. La anticoncepción adecuada no solo previene una nueva gestación, sino que también permite un control más claro del curso de la enfermedad (Hagey et al., 2024).

Abortos de repetición e interrupciones por anomalías fetales

Sandra García Pintor concluyó su ponencia refiriéndose a los casos en que la mujer atraviesa una situación de abortos de repetición o interrupciones del embarazo por anomalías fetales.

“En estos casos la mujer enfrenta un proceso complejo de evaluación diagnóstica, para conocer las causas de estos acontecimientos. Durante el periodo de espera y estudio, que puede durar varios meses, es recomendable el uso de métodos anticonceptivos eficaces para evitar gestaciones no planificadas que pudieran repetirse en condiciones subóptimas (Bilardi et al., 2023)”. Esta etapa debe aprovecharse para realizar estudios genéticos, hormonales, inmunológicos o anatómicos, y para ofrecer acompañamiento psicológico. En estos casos, los anticonceptivos reversibles de acción prolongada (LARC), como el DIU o el implante subdérmico, ofrecen una opción segura, reversible y eficaz, siempre que se respete el deseo de fertilidad futura (CDC, 2022; OMS, 2015). Además, el uso de métodos anticonceptivos durante este intervalo permite un mayor control sobre el momento del nuevo embarazo, facilitando así una concepción planificada bajo las mejores condiciones posibles, tanto clínicas como emocionales.

Esta web utiliza cookies para optimizar la experiencia del usuario. Si continúa navegando consideramos que aceptas su uso. Más información Aceptar